Es un libro que contradice una de las más arraigadas costumbres latinas: la de la solemne. Desgraciadamente, somos solemnes por naturaleza. Para todo. Aún se usa la ropa negra de los entierros y las comidas y los matrimonios; todavía un marido engañado le pega un tiro a su mujer y eventualmente otro al que le puso los cuernos; los discursos evocan las grandes páginas oratorias del pasado; la narrativa, en muchos casos, es acartonada y parece metida dentro del tormento chino.